Perdonar es recordar sin dolor, es mantener la paz interior aunque recordemos un pasado difícil.
Perdonar significa limpiar nuestra mente y nuestro espíritu para sanarnos a nosotros mismos.
Es posible perdonar sin reconciliarse cuando no es posible mantener una relación sana.
Perdonar no significa olvidar, a la vez, olvidar no significa que no se repetirá una situación dañina en una relación.
Al perdonar, aunque recordemos la situación que nos hizo daño, lo que hacemos es borrar nuestro propio sufrimiento, nuestro dolor, para vivir con paz interior, más allá de cómo siga comportándose la otra persona.
Para que además del perdón exista la reconciliación, primero debe existir el arrepentimiento, segundo debe expresarse ese arrepentimiento al pedir el perdón, y por último que haya dolido el dolor del otro.
Siempre debemos procurar buscar las razones más simples para perdonar. Quien perdona gana.
Enseñemos a nuestros hijos a estar preparados para saber perdonar, primero a través de la autoestima balanceada, no somos más ni menos que los demás, segundo al explicarles que no somos perfectos y cometemos errores, y por último al hacerles entender que quien no perdona sufre.
Para perdonar es necesario que podamos comprender al otro, sus circunstancias y su historia, que le conducen a ser como es, lo cual no justifica que nos haga daño pero será más fácil para nosotros el proceso de limpiar nuestra mente y nuestro espíritu con el perdón.
Al reflexionar una situación donde se refleje el perdón, no solo se trata de que perdonemos a otros, sino también de que nos demos cuenta que nosotros no somos perfectos y también debemos revisar cuál es nuestra participación en el problema, porque es posible que seamos nosotros los que debemos pedir perdón.
Si nos equivocamos y observamos que hemos herido a otra persona con nuestra conducta, es importante arrepentirse, pedir perdón explicando el porqué de lo sucedido, y sentir el dolor que hemos causado para evitar a toda costa que se vaya a repetir.
La misericordia vence al enemigo, es la única posibilidad real de desarmarlo, cuando entiende que no le queremos hacer daño.
El perdón es una condición humana y al mismo tiempo espiritual porque es necesario para vivir en paz.
Los daños causados por otros sobre nosotros, deben tener las consecuencias de la justicia sobre ellos, sin embargo, no somos nosotros los que debemos quedar condenados en nuestra mente al no perdonarlos.
Cada quien recibe lo que procura como consecuencia de sus acciones, y normalmente es la misma persona la que, con su comportamiento, busca y encuentra su sentencia. Eso no significa que nosotros tomemos venganza o mantengamos el daño en nuestra mente con rencor y odio. Por eso, cuando perdonamos nos liberamos y logramos la paz en nosotros mismos.
La reconciliación es muy valiosa y es importante tratar de que exista, siempre que exista el compromiso verdadero y mutuo de no repetir las situaciones dañinas.
El perdón es un asunto personal e interno, no necesariamente público.
Quien ataca una vez puede hacerlo de nuevo si no existe el verdadero arrepentimiento por sus propias creencias y principios. Por eso, debe existir un proceso en el cual la justicia y las leyes se encargan de regular tal situación.
Nosotros, en nuestro interior, siguiendo el ejemplo de Jesús en la cruz, debemos pedir a Dios que les perdone porque no saben lo que hacen, perdonando primero nosotros al limpiar nuestro rencor, y deseando la paz para todos de verdadero corazón.
Quien tiene paz interior tiene felicidad y la puede repartir en los demás.
Quien conoce el verdadero significado del amor perdona y pide perdón.
Si tienes rencor y malos recuerdos en tu corazón, escribe una carta dirigida a quienes te hicieron daño, expresa en ella todos tus pensamientos, sentimientos, molestias, explicando cuál fue la situación y porqué te hirieron, diles todo lo que tengas por dentro, vacía tu mente y tus emociones, revisa que no te falte nada, luego, léela en voz alta asumiendo que esas personas están frente a ti, que les estas diciendo eso directamente y te estas descargando de todo el peso que te han causado, suelta todo lo que tengas en tus pensamientos y tus sentimientos, y finalmente, cuando hayas vaciado todo, quema la carta declarando, en voz alta y con determinación, que con ese acto decides sacar de tu mente y tu corazón esa situación y que les perdonas sin dejar nada dentro, para tu propio bien, tu paz interior y tu felicidad a partir de ese momento.
Señor, gracias por el privilegio de vivir, te suplicamos que llenes de amor nuestro corazón, para poder perdonar y saber pedir perdón, que podamos ver a los demás directamente a los ojos y decirnos que los perdonamos y que les pidamos perdón por nuestros errores.
Que Dios nos bendiga a todos…
MUY BUEN ARTICULO….GRAN ENSEÑANZA…DIOS ES BUENO Y PARA SIEMPRE ES SU MISERICORDIA…!!!
Gracias Militza. Un abrazo.