Dios está presente en la cotidianidad de cada uno de nosotros. Con nuestras historias buenas y malas. No existe el ser perfecto.
Es por eso que debemos reconciliarnos con nuestra propia historia.
No nos dejemos de amar a nosotros mismos por las circunstancias de nuestra vida.
El odio no le hace bien a nadie. Debemos aprender a amar y perdonar, aún a nuestros enemigos.
Nunca es tarde para reflexionar sobre nuestra vida y cambiar los aspectos negativos, sin echar atrás, sino viendo hacia adelante.
Hoy pido a Dios que actúe en mi historia y la tuya, para que nos muestre el camino de la verdad, el amor y la paz, guiándonos con su luz. Él conoce nuestra realidad y nuestra incertidumbre y puede sanarnos, tomándonos de la mano para ayudarnos a seguir adelante, con justicia y dignidad.
Que Dios nos bendiga a todos…