Los buenos seres humanos son incluyentes no excluyentes.
La inclusión se debe dar en todos los sentidos, desde lo económico hasta lo cultural y social.
El mayor enemigo de la inclusión son los prejuicios. Quien actúa en forma prejuiciosa no se da la oportunidad de entender a los demás y comete muchos errores en la vida.
Aún un comentario que hagamos en forma de chiste acerca de las limitaciones de otra persona es un acto de exclusión porque la hace sentir mal.
Quien tiene su corazón abierto a los más vulnerables es misericordioso y compasivo.
Quien acepta ayudar a los más débiles está aceptando ser un instrumento de Dios para el bien de la humanidad.
Ayudar al débil no es solo dar una limosna o un plato de comida o una medicina, sino ir más allá y ayudarle a conseguir oportunidades de un trabajo digno.
Todos tenemos derecho a ser tratados como seres humanos, sin matoneo, sin abusos, sin burlas, sin desprecio, sin imponernos excesos de poder, sin transgresiones.
Por lo general quien más necesidades tiene es quien más se compromete con su trabajo.
Quien hoy ayuda a un ser vulnerable tendrá luego el orgullo de ver el fruto de su ayuda cuando ese ser se levante y vuele alto con su propio esfuerzo.
La vida es como un carrusel, hoy estamos muy bien pero mañana puede que no. Hoy podemos estar en la capacidad de ayudar a otros y mañana en la necesidad de que nos ayuden a nosotros.
Si estamos muy bien, demos gracias a Dios y a nuestras decisiones y circunstancias de la vida. Si no estamos bien, actuemos con esfuerzo, dignidad, fe y amor para superar nuestras circunstancias.
Es importante que propiciemos la ayuda. Que seamos pro-activos anunciando nuestras situaciones y buscando el apoyo necesario, actuando con fe.
Quien obra bien, acciona para mejorar sus circunstancias y tiene fe, siempre saldrá de las malas situaciones y tendrá éxito.
Lo primero que nos hace falta para poder salir adelante es el entusiasmo y la pasión por perseguir un sueño o lograr unos objetivos de vida. Quien pierde sus metas cae en una incertidumbre que le provoca una gran confusión y tristeza. Es allí donde se vuelve muy vulnerable y es cuando necesita más ayuda.
Al ayudar a alguien y darle inclusión a una vida más digna estamos procurando un mejor futuro para todos, porque el que recibe el bien lo propaga. Hoy puedes estar ayudando a aquel que más adelante ayudará a salvar a mucha gente.
Los valores espirituales son fundamentales para vivir en forma equilibrada y tener paz interior.
Quien ayuda a otros recibe como recompensa la satisfacción plena de su auto realización.
Hoy te invitamos a reflexionar acerca de tus actitudes hacia la inclusión en pensamiento, palabra y obras.
Que Dios nos bendiga a todos.