Cuando recibimos un ataque de otra persona se nos generan sentimientos de rencor, ira y hasta de deseos de venganza.
Es de humanos sentirse de esa manera, sin embargo, es importante que podamos controlar muy rápidamente esos sentimientos dañinos que no nos conducirán a algo bueno.
Quien es capaz de perdonar podrá vivir con paz interior.
Nuestra capacidad de perdonar determina nuestro nivel de relación con Dios y con nuestros semejantes.
El perdón no debe ser selectivo sino aplicable a todas las situaciones de la vida.
Cuando alguien comete un crimen, entonces deberá pagar ante la justicia las consecuencias de sus acciones, sin embargo, eso no debe ser la justificación para que en nuestro corazón sembremos rencor, ira, ni sentimientos de venganza.
Quien no perdona se enferma de odio.
Los sentimientos de rencor e ira dividen a nuestra sociedad y son los causantes de grandes conflictos.
La intolerancia, las injusticias, los abusos, el exceso de poder, la imposición de ideologías, y muchas otras acciones mezquinas son los disparadores de los sentimientos de rencor, ira y necesidad de venganza, causando la división entre nuestra sociedad.
Solo a través del amor es posible vivir en paz y apoyarnos unos a otros para construir comunidad.
Cuando somos capaces de definir grandes objetivos para el beneficio de todos entonces logramos la unión para lograrlos.
Quien piensa en los beneficios de todos y no solo en los suyos entonces será un generador de paz y perdón.
El perdón es recuperar la paz perdida.
Algunas veces perdonar no es lo mismo que reconciliar.
Cuando alguien nos ha hecho mucho daño y no es capaz de cambiar, entonces debemos distanciarnos de esa persona, perdonándola desde nuestro corazón, pero no buscando la reconciliación que sabemos que de producirse nos volverá a conducir al mismo daño.
Si el motivo de la división es nuestra propia intolerancia, nuestro orgullo, nuestro rencor, nuestra ira o sentimientos equivalentes, entonces es importante que reflexionemos acerca de nuestras conductas y cambiemos nuestra actitud para así poder perdonar y ser perdonados.
No es posible pedir perdón si no somos capaces de perdonar nosotros mismos.
Quien no perdona debe estar preparado para tampoco recibir el perdón cuando cometa una equivocación.
Todos somos humanos y por eso todos podemos cometer errores y necesitamos ser perdonados.
Quien perdona recibe la recompensa de su paz interior dejando en el camino el peso excesivo del rencor.
Quien tiene paz interior puede lograr cualquier meta que se proponga porque ocupará su mente con pensamientos productivos.
Un verdadero ser humano espiritual es compasivo.
La compasión es la base del perdón más allá de lo difícil que sea controlar el dolor que nos han causado.
Solo podemos tener compasión cuando entendemos que nuestro dolor es el mismo que el de aquel que nos hizo daño.
Debemos ser compasivos.
Analicemos las circunstancias de vida de aquellos que nos han hecho daño para conseguir sus razones. Eso nos ayudará a perdonar en nuestro interior dejando las acciones en manos de los entes de justicia.
Al entender las circunstancias de los demás seremos capaces de orar y clamar bendiciones para esas personas de tal forma que puedan cambiar y a la vez podamos sanar nuestras heridas.
La felicidad en la vida es proporcional a nuestra paz interior y por ende a nuestra capacidad de perdonar.
Debemos perdonar siempre.
Que Dios nos bendiga a todos…