El ayuno es un acto de libertad, para liberarnos de lo que esté afectando nuestra voluntad. No se trata de ayunar el alimento, sino de ayunar eso que afecta nuestra voluntad, de tal forma que podamos ser libres de lo que nos ata.
El ayuno además es un acto de humildad y de reconocimiento de que Dios está en nuestras vidas.
Debemos hacer un examen de conciencia para preguntarnos si estamos teniendo una buena relación con Dios, con quienes nos rodean y con nosotros mismos. Esto es un acto de reconciliación.
Debemos confiar en el Señor sin tener miedo porque él está siempre con nosotros. Dios fue capaz de entregarnos a su hijo Jesús como ejemplo de lo que está dispuesto a hacer por nosotros, por eso debemos tener fe y confianza en Dios, creyendo en él porque siempre nos proveerá. Debemos luchar, continuar, perseverar (a pesar de nuestras debilidades y fragilidad), y al final estará la gloria.
El ayuno nos limpia y además nos permite dar limosna y así ser caritativos con los más vulnerables.
En los momentos en que nos sentimos más débiles y estamos perdiendo la fe por todas las cosas que nos agobian, debemos hablarle al señor y decirle que nos guie como un hermano mayor, debemos darnos un abrazo y orar junto a nuestros hermanos con los que siempre podemos contar, sintiendo así su presencia, diciéndole a Dios que nos rescate. El señor nunca se olvida de nosotros y nos puede llenar con su gracia.
La palabra del señor es viva y eficaz, al leer y estudiar la Biblia podemos comprender mejor el camino a seguir.
Que Dios nos bendiga a todos…